viernes, 19 de noviembre de 2010

HISTORIA DEL MERCADER Y EL GENIO

Hubo en otro tiempo un  hombre rico, dueño de muchos bienes, lo mismo en tierras que en mercancías y dinero, y que tenía muchos dependientes, factores y esclavos. Como de cuando en cuando había de hacer algún viaje para avistarse con sus corresponsales, un día montó en su caballo, después de haber llenado un zurrón de víveres consistentes en galletas y dátiles, pues tenía que atravesar un país entero, y viajar por espacio de varios días y noches a la ventura. Le deparó a Dios un buen viaje hasta llegar felizmente al país donde iba, y tras despechar sus negocios, emprendió el camino de regreso a casa. Al tercer o cuarto día sintió gran calor, y como éste apretaba cada vez más, entró en un jardín con la esperanza de gozar de alguna sombra. Encontró en efecto al pie  de un gran nogal una fuente de agua clara, y echando pie a tierra, ató su caballo a la rama de un árbol y sentó junto a la fuente. Sacó del zurrón algunas galletas y dátiles, los comió y arrojó los huesos a la derecha e izquierda. Saciada el hambre se levantó, se lavó y oró, u apenas hubo acabado de orar, se le apareció de repente un viejo genio, cuyos pies  descansaban en la tierra y cuya cabeza llegaba a las nubes. Llevaba en la mano un tremendo alfanje, y plantándose delante de él gritó:
   -Levántate, pues eh de matarte con este alfanje del mismo modo que tú         has matado a mi hijo.
   El mercader se quedó aterrado, muerto de miedo.
   -¡Señor! -exclamó-. ¿Por qué delito quieres darme muerte?
   -Quiero matarte- repsondio el genio- del mismo modo que tú has matado a mi hijo.
   -Pero, ¿cómo puedo haber matado a tu hijo, si no le conozco ni lo eh visto   nunca?.
   -¿No te has sentado en este jardín, no has sacdo de tu zurrón dátiles, no los has comido y no has arrojado los huesos a derecha e izquierda?
   -Cierto que eh hecho eso.
   -Pues con ello has matado a mi hijo, ya que mientras comías y tirabas los huesos de los dátiles, mi hijo pasó por aquí, y, habiendole tocado en el ojo uno de esos huesos, murió a consecuencia del golpe. Por ese motivo eh decidido matarle.
   -Si realmente he matado a tu hijo -replicó el mercader- ha sido sin intención, y, por consiguiente debes perdonarme.
   -De ningún modo -respondió del genio-. Has de morir. ¿No es justo matar a quien ah matado?
    Y congiendo al mercader, le tendió en el suelo y levantó sobre él el alfanje con ánimo de matarle.
    El mercader lloró protestando de su inoscencia, y llamó a gritos a su esposa y a sus hijos a ver llegada su última hora.
    El genio siempre con el alfanje en alto, esperó a que el desdichado hubiese terminado sus lamentaciones, que no le conmovían.
   -Todas esas quejas -exclamó al fin- son superfluas. Aunque tus lagrimas fusen de sangre, no me impedirían matarte como tú has matado a mi hijo.
   -¿De modo que nada basta a conmoveros? -preguntó el mercader-. ¿De modo que queréis quitar la vida a un inocente?
   -Sí -respondió el genio-; estoy decidido en ello.
          Continuara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario